En este Día y en este Mes de la Mujer, aún sabiendo que todos los días ellas ocupan un lugar destacado en nuestras vidas, me propongo analizar qué tipo de mensaje emitimos y recibimos como género y como sociedad.
En los primeros días de este año 2011 asistimos a hechos que, según los especialistas, son más numerosos que en todo el año anterior. Se trata de ataques incendiarios sobre mujeres.
Es muy difícil de entender por parte de un hombre que ha sido bendecido por el amor de la mujer - como novia y esposa, como madre, como hija, como abuela, como tía y como amiga -, porque es otro el mensaje que he recibido, porque es otro el camino que he transitado y otro muy distinto el concepto del sentimiento y las formas de expresión del mismo.
Debe tratarse entonces de personas muy enfermas… pero a la luz de los distintos hechos cotidianos, que llegan a nosotros a través de la información de los medios o del relato social, podría decirse que estamos ante una sociedad con síntomas patológicos y con doble personalidad. Por un lado la de la importancia de la Mujer como eje de la Familia y por otro de la Mujer como objeto, sea este de uso sexual o de simple exhibición como trofeo.
¿Dónde queda entonces su importancia como generadora de la Vida?
¿Dónde están o qué lugar ocupan los sentimientos hacia nuestra madre, nuestra pareja, nuestros hijos o hijas, etc., etc., cuando la agresión parece convertirse en lo más importante y no solo una moda circunstancial?
Duele decir que este tema está presente desde los orígenes de la vida humana y que basta con recurrir a la historia de las relaciones para encontrar mucho más que numerosos antecedentes de esta naturaleza.
En este tiempo que nos toca compartir, sabiendo que casi nada pasa desapercibido y que “no se puede tapar el sol con la mano”, más temprano que tarde la violencia familiar desborda y aparece ante nuestros ojos con una crudeza inusitada.
Muchos de estos casos siguen el camino de una crónica anunciada, donde todos sabemos pero no podemos o no queremos hacer nada, comenzando por la propia víctima que niega o consiente que así sea - incluso contra sus propios hijos que siempre son testigos de los hechos y que muchas veces arrastran y sufren consecuencias nada deseables en sus vidas, especialmente la disgregación de la Familia original y, muchas veces, la que intentó construir.
¿Dónde está el Estado para intentar, al menos, reducir los efectos nocivos de este flagelo?
Lo encontramos en las fotos de los Días Especiales o en algún hecho puntual o social.
Aclarando que entendemos por Estado al Ejecutivo, al Legislativo y al Judicial en todos sus niveles, dicho esto sabiendo que intendentes o gobernadores o fiscales o jueces suelen utilizar la muchos muy conocida frase “no es mi jurisdicción”, debiendo recordarles que “su jurisdicción” es la de representarnos a todos y si no es de “su competencia” buscar las herramientas y transitar los caminos que sean necesarios para encontrar la solución. Resumiendo: Gestionar.
Mientras tanto, algo podemos hacer.
Podemos no callarnos y acudir en ayuda de quién lo pide.
Podemos ayudar a quién esté inmerso en esta problemática y no enjuiciarlo antes de buscar soluciones.
Podemos exigir que quienes dicen representarnos se corran de la foto y, a la vez que le dan lugar a los especialistas, comiencen a transitar el camino del Compromiso Social y aportar soluciones concretas.
A modo de aporte y como cierre de este artículo les dejo una frase de mi Madre:
“No te olvides que tu Madre es Mujer”
Gracias por leerme y espero comentarios.
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