¿Cuál es el mensaje cuando lo importante es reemplazado por lo fastuoso, aun dejando de lado, intencionada y despiadadamente, las necesidades de la gente, incluso la elemental de la dignidad y la supervivencia?
Sin duda, sin ningún tipo de duda: violencia y sometimiento. Además, trae junto a ellos el miedo, la impotencia y genera un sentimiento que, más temprano que tarde, termina en hechos de violencia que, si se generalizan, son excesivamente costosos en vidas humanas… aun cuando una sola vida ya es un costo excesivo.
Un ejemplo muy claro de esto es lo ocurrido en Egipto y el dominó desatado en los países asiáticos con regímenes totalitarios y/o fanatizados.
En nuestro caso, cabe analizar lo que todos visualizamos día a día, aunque no miremos televisión, no leamos diarios ni escuchemos radios, con el agravamiento que conlleva la “desidia” en los gobernantes y políticos, todos sin excepción - por acción o por omisión – “generando” una anarquía que, claramente, aparece como “organizada”, aun sin saber por quien o por quienes ni de qué lado pero se percibe porque, con otros matices y algunos otros actores sociales, ya lo vivimos en los 70 (a la historia me remito).
Quizá esté pensando que solo es una “sensación” pero lamentablemente, para quienes lo vivimos no lo es. Es volver a transitar un camino que, supuestamente, dejamos atrás. Pero hay personas, de uno y otro lado, que se fanatizan y retoman viejos esquemas y banderas ya obsoletas y fuera de tiempo, decidiendo y destruyendo la vida de la mayoría de un Pueblo que siempre quiso la Paz.
También es probable que ubique este comentario en el ámbito nacional, pero tampoco es así.
Sugiero tomarse unos minutos y tratar de ver todo aquello que nos rodea, lo que está cerca, nuestro entorno: social, político, empresarial, gremial, económico, religioso, etc., etc., etc.,…
Ahora, una vez hecho este ejercicio, ¿nota alguna diferencia entre lo local, lo regional, lo provincial y lo nacional?
Podría esgrimir algunas respuestas posibles, pero me parece saludable retomar el ejercicio de la memoria social activa, esa que permite ver aquello que, habitualmente y por el vértigo de la vida actual, no alcanzamos a definir en nuestra visión óptica pero sí lo presentimos.
Y el hecho de no elaborar respuestas obedece, sinceramente, a la convicción personal de que nadie debería incidir en la formación de nuestra opinión y que sólo cada persona debe construirla libremente y sin condicionamientos. A esa libertad de pensamiento y expresión apelo y sugiero que lo tengamos asumido como ejercicio permanente.
¿Utopía?
Tal vez, pero no podrán negarme que ese es el camino y que es nuestra obligación transitarlo, en defensa no solo de nuestra dignidad pero, esencialmente, por la de nuestro futuro: nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros nietos y la de la gente que son nuestros amigos leales por años.
De otra manera, si no tomamos esto como una verdadera batalla en Paz por nuestra verdadera libertad individual y colectiva, habremos perdido no solo la batalla sino también esa guerra sorda que está hoy en nuestras calles y que tanto afecta a nuestras vidas.
Como digo y reiteraré hasta el cansancio: de nosotros depende.
Espero comentarios.
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