¿Qué pasa cuando la realidad destruye la
ficción: sea ideológica o coyuntural? ¿Cómo se recuperan las Personas jóvenes
que creyeron y actuaron en consecuencia? ¿No supieron o no quisieron ni quieren
ver la realidad que los rodea; o ni siquiera indagaron en busca de la verdad?
O, tal vez, se dejaron tentar por un
efímero presente y un ilusorio futuro rentables… sin mensurar los daños
colaterales ni a quienes afectó y afecta.
Omar Lillardo Alonso (*)
Lamentablemente, cuando se perturba la formación de los
jóvenes con historias inexistentes (“épicas” y alejadas de lo cotidiano) y
luego se desploma esa “construcción” (relato amañado e inconsistente), estos no
tienen contención y pueden caer en un escepticismo tan impiadoso que, en muchos
casos, no podrán superar. Aquellos que, con plena conciencia, se “entregaron”
por un interés monetario no van a dejar de ser mercenarios… porque está en su
ADN.
Para quienes, como en mi caso, hemos vivido la década del ’70,
contrastamos aquella visión veinteañera con esta experiencia que sólo brindan
los años. Y el
dolor por esa estafa moral es muy grande, tanto en términos emocionales cuanto
en los ideales. Las heridas son profundas, intensas y requieren
mucho tiempo para ser restañadas, a sabiendas que nunca van a cerrar.
Dicho esto a partir de las extremas y gravísimas épocas que
hemos debido superar como Pueblo y que, no cabe duda, destruyeron las ilusiones
y esperanzas de la mayoría de los argentinos que, sin solución de continuidad, hemos
visto desfilar militares luego de un breve período de tibia Democracia, sin
ninguna mínima chance de poder modificarlo con la participación auténtica,
porque fue el mismo Pueblo quien pidió, apoyó y acompañó esos procesos, hasta
desangrarse en la última dictadura y entonces sepultar para siempre conductas
autoritarias… aunque aún aparecen algunas replicas (léase década de los ’90 y ésta
última).
¿Se puede pensar en la pérdida generacional de valores,
sean estos sociales, comunitarios, familiares o laborales?
Sí. Y es uno de los costos que abulta la ya muy longeva y
cuantiosa Deuda
Interna Argentina, por parte de la
“clase” política, la cual se adiciona a los componentes económico e
institucional.
¿Qué más nos debe pasar?
Reitero la pregunta a pesar de ser consciente de la
insistencia en la misma. Ocurre que está motivada en la repetición de los
mismos errores populares desde hace más de sesenta años.
A pesar del dolor por los jóvenes estafados, sabemos y es
notorio que hay una gran mayoría de ellos que se han preparado y se preparan
para un futuro tan cercano como incierto. Algunos de ellos ya están integrando el
recambio generacional en las empresas privadas y si hay cambios estos son
positivos, dicho esto sin desmerecer las gestiones anteriores, porque las
actuales cuentan en su haber nuevas tecnologías y herramientas teóricas y
prácticas que muy pocos tenían anteriormente.
Al hacer referencia a militantes o mercenarios, hago hincapié
en la necesidad de retomar el sendero de aquella juventud y de quienes tenían alguna experiencia y la
exponían en favor de los ideales ya que, de esa manera, podremos recuperar el
camino de la sensatez, el razonamiento y las utopías, para poner todo nuestro
esfuerzo al servicio de organizaciones e instituciones que conformen la
verdadera República que nos debemos y merecemos sin pensar en retribuciones
económicas.
Para que ello sea posible deberemos volver a uno de los
valores que nos legaron nuestros antepasados: la Solidaridad. Esto implica que
somos todos iguales o, como nos llega de otros tiempos, “Todos para uno y uno
para todos”. Si este es nuestro objetivo común podremos ver la luz al final del
túnel.
Una vez más, insisto, depende de nosotros.
(*) Comunicador
Social, Escritor
Director Asociado de Grupo Co.S.M.O., Consultoría y
Capacitación Empresarial http://grupocosmo.wordpress.com/
Co Editor del Portal Empresarial Estrategia & Negocios www.estrategiaynegocios.com.ar
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