Para que un mensaje, discurso, opinión o disposición sea
recibida, analizada, aceptada y adaptada a los criterios individuales y luego
implementada realmente en la práctica, es necesario que sea coherente, clara,
consistente en su contenido y estrictamente ceñida al contexto y al público al
cual va dirigido. Además, debe utilizarse el medio adecuado.
De otra manera es sólo una serie de palabras, datos y
escenarios que, además de ser irreales, generan una de las peores respuestas - o
feedback como se suele usar por estos tiempos - que, además de ser indeseadas,
son absolutamente destructivas de uno de los pilares de la comunicación
eficiente y eficaz: la Credibilidad.
Es verdad que hay personas que lo utilizan con la intención
de persuadir en determinado momento, pero debe quedar claro que no es
aconsejable su mantenimiento en el tiempo y su masificación en todos los temas,
porque se pierde mucho más de lo que transitoriamente se pueda “ganar”.
A partir de esa “pérdida” se derrocha todo lo bueno que se
pudiera pretender y aniquila todos los esfuerzos. Pero produce algo mucho más
nocivo: se quebranta la motivación y la confianza, dando lugar a la apatía y
desinterés en casi todo lo relacionado con lo que habitualmente se hace.
Es muy difícil el retorno a esa confianza y excede la
posibilidad de considerarla como error en la comunicación - algo que puede
ocurrirnos a todos, aun con la mejor de las intenciones - cuando ese tipo de
mensajes es reiterativo o sistemático.
La comunicación actual, teniendo en cuenta la alta
incidencia y dispersión, o viralidad, exige mucha más atención a qué, cómo,
cuándo, por qué y para qué lo decimos, ya que para captar el bien escaso de la
atención en la sociedad de la información abundante - el contexto actual - tendremos que difundir mensajes de la forma
más eficaz y eficiente posible.
Este tipo de adaptación a las nuevas tecnologías es
simplemente ponerlas en su lugar y no endiosarlas, ya que la necesidad de ser
coherentes, claros, expresando valores comunes a la forma de pensar y sentir de
las personas y de la sociedad - valores tales como voluntad de aprender, de
compartir conocimientos, de utilizar la capacidad creativa e innovadora en el
trabajo, respeto a las personas y al ambiente - no han variado con el tiempo
sino que han sido pasados a un segundo plano, en aras de obtener resultados
rápidos con la pretensión de ser tan veloces como las máquinas que nos lo
permiten, dejando de lado la importancia de la vida real y el significado de
ser humanos: supuestos animales racionales con capacidad de concebir las
maravillas de las que “disfrutamos” todos los días pero que, de seguir en este
camino, continuarán dominándonos sin que, aparentemente nos demos cuenta.
“Todo es cuestión de medida…” dice Alberto Cortéz en una de
sus canciones y tiene razón. No debemos creer que podemos hacer cualquier cosa
sin que tenga consecuencias y esto se magnifica cuando asumimos
responsabilidades.
La combinación de mensajes irreales, sin sentido común, más
la utilización incorrecta de los medios actuales de comunicación, nos han
llevado a una realidad que nos agobia y a la cual pareciera que no podemos modificar.
Esto afecta nuestras vidas en todo sentido: personal, laboral, social… y el
cambio sigue siendo resistido por el temor al cambio mismo, pero también - lo
sabemos - depende de nosotros y de nuestra actitud ante quienes actúan de la
manera señalada.
Todo lo demás es virtual y seguirá agobiándonos en tanto el
miedo al cambio nos paralice y nos impida relacionarnos en el mundo real: cara
a cara.
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