La juventud es una de las etapas más efervescente de la Vida,
tal como la conocemos. La experiencia personal lleva al dolor de la futura
defraudación de muchos jóvenes, aún en formación, porque de uno y otro lado son
tironeados y reciben una carga excesiva de aleccionamientos, la mayoría
incorrectos y demasiado inclinados a intereses de unos pocos, lo cual deriva
hacia el naufragio de la confianza y la credibilidad.
Vivimos en un espacio-tiempo de cambios constantes que, algunos,
parecen haber descubierto y la asumen como incertidumbre. Vale recordar que la
vida está compuesta de permanente incertidumbre, ya que no sabemos que puede
ocurrir en el instante siguiente.
A veces nos encontramos ante expresiones de jóvenes que intentan
modificar situaciones conflictivas y no deseadas. El encuentro no es casual,
porque mental y espiritualmente estamos en busca de algo determinado y llegamos
allí, entonces, por causalidad. El párrafo siguiente forma parte del final de
un trabajo que, así fragmentado, me permite continuar con el desarrollo del
tema que me preocupa.
“Necesito
dejar sobre la mesa mi deseo de levantarnos poco a poco de esta anestesia en la
cual estamos sumidos, para comenzar nuevamente a afectarnos, a dolernos, a
agrietarnos. Para dejar que el dolor nos parta el corazón y la esperanza nos
parta la cabeza. Porque confío en que así, lentamente, quizás, por intermedio
de nuestra fe y de la gracia de Dios, las cosas puedan comenzar a cambiar.
Tras la esperanza defraudada, la real espera.”
Maia Beccar Varela – Fundación Arché
No resulta sencillo
trasladar la experiencia de nuestra juventud, la desazón ante la actitud y
decisiones de los adultos que, sin duda, modifican nuestra realidad y la
afectan profundamente, repitiendo cíclicamente esas defraudaciones y estafas de
manera traumática, dejando una fuerte impronta de desazón e impotencia.
Mi experiencia, a
través de varios intentos, me ha dejado un sabor agridulce, ya que los logros
obtenidos resultan muy pequeños ante las tremendas tragedias sociales,
económicas y culturales que hemos sufrido en nuestros País. Puede deberse, por
supuesto, a no haber encontrado el camino adecuado o no haber sabido llevar
adelante el proceso correcto para alcanzar los fines propuestos. Seguramente hay
también errores cometidos en el intento de realizar buenas acciones.
Pero hay algo que
está muy claro y es el cambio permanente de las pautas y reglas de juego que
han sabido implementar “nuestros representantes”, los cuales repiten una y otra
vez las mismas atrocidades - aunque tengan otros matices - y no se responsabilizan
de nada, al margen de los nombres y de los grupos partidarios.
Ojalá esté
equivocado al presentir un desenlace traumático, pero todos los indicadores
económicos y sociales así lo preanuncian, una vez más como tantas otras
anteriores, sabiendo que, también una vez más, el costo lo vuelve a pagar el
Pueblo. Un Pueblo que parece dormido o, al menos, es lo que demuestra en su
accionar sin memoria, porque aún estamos pagando las consecuencias de los
noventa - cuyas causas no se han modificado mayormente – y se agrega,
duramente, cada vez más duramente, el actual período.
En este contexto
quiero dejar esta humilde opinión porque no quiero que los jóvenes de hoy sean
llevados a una nueva estafa moral, desde el punto de vista social y cultural más
que desde el económico. Pero mi expresión de deseo es sólo eso, ya que no puedo
cambiar los hechos que se suceden sin solución de continuidad y a un ritmo
vertiginoso, con la clara intención de no dejar pensar.
De este concepto: “no
dejar pensar” es de donde parte mi preocupación porque lo que sobreviene, como
consecuencia, es la comprobación durísima al chocar con la realidad, de un
camino tortuoso y muy distinto a la autopista que se plantea estamos
transitando. De allí la pérdida de la confianza, la impotencia y el alejamiento
de los temas que afectan nuestras Vidas y deben merecer nuestra atención, sin
dejar el mencionar el enorme dolor y la herida que no cerrará tan fácilmente y
a la que no todos podrán curar en su alma.
Ojalá ese naufragio
no se concrete aunque cada día que pasa el barco, en el que estamos todos, da
muestras de serias falencias y de un casi inevitable destino de ir en ese sentido.
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