Cualquier método o modelo es válido o se hace valer, en el contexto actual, apelando a la inversión de la lógica de una frase paradigmática de un tiempo cercano y donde aún, a pesar de la notable diferencia de peso y aparato de poder, el sentido común regía las acciones.
El fin (no) justifica los medios
Ha sido modificada invirtiendo o subvirtiendo totalmente el valor moral ético y de respeto por la Vida, adoptando y consumando en la práctica actos y actitudes que se configuran como una causa grave que, sin dudas, tiene y tendrá consecuencias severas que habrán de ser sufridas (pagadas) por las próximas generaciones quienes, aún sin darse cuenta ni entender por qué, deberán afrontarlas.
No se trata de una premonición sino de una definición, producto de la sumatoria de la observación y de la experiencia – que o es otra cosa más que haber intentado, con o sin buenos resultados, asimilar esos hechos con toda su carga emotiva y cognitiva – acumulando entonces un rico bagaje de conocimiento, que no es ni será la verdad revelada, sino una pequeñísima parte de un todo, que está sí conformada por esas mínimas partes.
La observación de hechos, situaciones o documentos nos lleva al contexto actual, donde el sentido común ha concretado su sueño de ser el menos común de los sentidos.
Aquí es donde debería ingresar la opinión de los sociólogos para explicar por qué llegamos a este nivel de degradación, pero quién suscribe solo puede hacer una descripoción de lo que se ve y un análisis del discurso social imperante.
Y en este ámbito está muy claro que, como sociedad, hemos dejado de lado los valores éticos y morales que supimos heredar para instalar, otra vez, el código de la selva – dejado de lado hace miles de años, con períodos de alto nivel de violencia – donde el sálvese quien pueda es el código silente.
Prueba de ello es la desprotección de niños y ancianos, camuflada bajo los pomposos nombres de Institutos que, supuestamente, protegen a los niños y las Residencias de Mayores – siempre con la salvedad de que hay, muy pocos lugares, donde sí cumplen esa función – que, por lo general, terminan siendo simples depósitos de ¡¡¡Personas!!!
Depósitos que, como su nombre lo indica y en base a la vasta experiencia argentina, no tienen garantía de devolución del bien tal como se lo dejó. Esto agrava aún más el tema de por qué estamos hablando de Vida, un valor esencial que ha perdido si vital importancia impulsado por oscuros intereses que, hoy como nunca antes, están a la vista de todos pero, hasta ahora, la sociedad en su conjunto no se da por enterada o no quiere hacerlo.
Quizá los ejemplos citados no sean correctos o usted no coincida, pero lo cierto es que el mensaje y los canales de comunicación son excesivamente claros al darle tamaño poder a un “no”.
Deberíamos recordar entonces que todo lo que emitimos y hacemos con mala fe (hoy se usa el “mala leche”), vuelve potenciado contra nosotros y, más tarde o más temprano, debemos pagar las consecuencias.
Como es mi costumbre, la crítica constructiva me lleva a sugerir una acción para desandar el camino erróneo.
La propuesta o moción es simple: empezar a modificar la receta actual, disminuyendo la dosis de rencor y de odio, aumentando la dosis de tolerancia y amor al prójimo. Además, reincorporar como práctica los premios y castigos sociales- Algunos hemos empezado a ver, pero aún emparentados con la violencia, como por ejemplo retirarnos de un lugar público cuando en el ingresa o se encuentra una persona corrupta o que ha defraudado con el incumplimiento de su función en desmedro del conjunto. Ya ha ocurrido y ocurre por estos lares del sur santafecino.
El fin (no) justifica los medios
Ha sido modificada invirtiendo o subvirtiendo totalmente el valor moral ético y de respeto por la Vida, adoptando y consumando en la práctica actos y actitudes que se configuran como una causa grave que, sin dudas, tiene y tendrá consecuencias severas que habrán de ser sufridas (pagadas) por las próximas generaciones quienes, aún sin darse cuenta ni entender por qué, deberán afrontarlas.
No se trata de una premonición sino de una definición, producto de la sumatoria de la observación y de la experiencia – que o es otra cosa más que haber intentado, con o sin buenos resultados, asimilar esos hechos con toda su carga emotiva y cognitiva – acumulando entonces un rico bagaje de conocimiento, que no es ni será la verdad revelada, sino una pequeñísima parte de un todo, que está sí conformada por esas mínimas partes.
La observación de hechos, situaciones o documentos nos lleva al contexto actual, donde el sentido común ha concretado su sueño de ser el menos común de los sentidos.
Aquí es donde debería ingresar la opinión de los sociólogos para explicar por qué llegamos a este nivel de degradación, pero quién suscribe solo puede hacer una descripoción de lo que se ve y un análisis del discurso social imperante.
Y en este ámbito está muy claro que, como sociedad, hemos dejado de lado los valores éticos y morales que supimos heredar para instalar, otra vez, el código de la selva – dejado de lado hace miles de años, con períodos de alto nivel de violencia – donde el sálvese quien pueda es el código silente.
Prueba de ello es la desprotección de niños y ancianos, camuflada bajo los pomposos nombres de Institutos que, supuestamente, protegen a los niños y las Residencias de Mayores – siempre con la salvedad de que hay, muy pocos lugares, donde sí cumplen esa función – que, por lo general, terminan siendo simples depósitos de ¡¡¡Personas!!!
Depósitos que, como su nombre lo indica y en base a la vasta experiencia argentina, no tienen garantía de devolución del bien tal como se lo dejó. Esto agrava aún más el tema de por qué estamos hablando de Vida, un valor esencial que ha perdido si vital importancia impulsado por oscuros intereses que, hoy como nunca antes, están a la vista de todos pero, hasta ahora, la sociedad en su conjunto no se da por enterada o no quiere hacerlo.
Quizá los ejemplos citados no sean correctos o usted no coincida, pero lo cierto es que el mensaje y los canales de comunicación son excesivamente claros al darle tamaño poder a un “no”.
Deberíamos recordar entonces que todo lo que emitimos y hacemos con mala fe (hoy se usa el “mala leche”), vuelve potenciado contra nosotros y, más tarde o más temprano, debemos pagar las consecuencias.
Como es mi costumbre, la crítica constructiva me lleva a sugerir una acción para desandar el camino erróneo.
La propuesta o moción es simple: empezar a modificar la receta actual, disminuyendo la dosis de rencor y de odio, aumentando la dosis de tolerancia y amor al prójimo. Además, reincorporar como práctica los premios y castigos sociales- Algunos hemos empezado a ver, pero aún emparentados con la violencia, como por ejemplo retirarnos de un lugar público cuando en el ingresa o se encuentra una persona corrupta o que ha defraudado con el incumplimiento de su función en desmedro del conjunto. Ya ha ocurrido y ocurre por estos lares del sur santafecino.